Cuando falleció Yukimura Haruki asistí a una sesión en su memoria de su alumna y mi futura Sensei, Haru Tsubaki. Ese día lo considero un antes y un después en mi práctica como atador o, mejor dicho, el límite que separa mi pre-historia de mi historia en el Kinbaku. A partir de ese momento es que aprendí siempre bajo la influencia de su estilo y por lo cual estoy infinitamente agradecido con Tsubaki por transmitirlo en cada uno de nuestros encuentros. También, su fotografía observó cada una de mis lecciones y fue mudo testigo de mis avances. Más tarde incluso descubrí que las ataduras que me habían inspirado a indagar en el mundo de las cuerdas (en I am a S+M Writter de Ryuichi Hiroki) eran del Gran Maestro. A pesar de la distancias del tiempo y del espacio que me separan de él, puedo sentir su energía en mis cuerdas e intento trasmitir, aunque en comparación sea solo una pequeña expresión, algo de lo que aportó al arte del Shibari Kinbaku.
Este quinto aniversario de su muerte nos encuentra en un momento que sigue siendo aún de crecimiento y expansión del Kinbaku en el mundo y en forma particularmente especial en latinoamerica, donde esta explosión, más lejos de Japón y con más dificultades para desarrollarnos, aún es incipiente y con una forma menos definida que en otras regiones. El estilo de Yukimura, en este contexto, es una gran asignatura pendiente que aún estamos transitando y que todavía no hemos podido absorber en toda su magnitud y muchos simplemente desconocen.
Quienes han sido tan generosos de entregarse a nuestras cuerdas siempre destacan esa cualidad tan especial que llamamos “el abrazo de cuerdas” y que sin duda es parte de lo que el Maestro, a través de nuestra Sensei, nos enseñó. Del mismo modo, quienes se acercan a observar notarán otra de las deudas en nuestro constante esfuerzo para que lo que hacemos sea una experiencia expresiva, intensa y profunda. El Newaza de Yukimura del cual nos inspiramos nos atraviesa de principio a fin y nos tiene marcados a fuego.
Sin su aporte, seguramente lo que hoy entendemos como Shibari Kinbaku no sería lo mismo. Sobre todo por su énfasis en la práctica como un intercambio energético antes que de diseños con cuerdas. Más aún en una disciplina donde los estereotipos de belleza en la imagen y la destreza física y acrobática suelen apoderarse de la atención de los incautos.
Hoy es un día de silencio, pero también de amor, y quienes sentimos esta energía en nuestras cuerdas nos encontramos -del modo en que esta época difícil lo permite- a recordar y honrar al gran Maestro, sin el cual no seríamos lo que somos, ni podríamos llegar a la profundidad que llegamos con nuestro humilde arte de cuerdas.
Julio Martín Pavón (JMP / Tinchor)
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