He notado que últimamente es bastante común que las personas se acerquen a algún Sensei de Shibari Kinbaku con preguntas tales como “¿Cuánto tiempo me llevará aprender Shibari/Kinbaku?” Esto es lo que sucede en el mejor de los casos. En otros casos, los interesados se embarcan en cursos acelerados o “workshops intensivos” donde les prometen que van a lograr dominar este arte en tan solo unos pocos días y luego de eso salen a atar y suspender a cuanta persona se preste a ello o incluso a enseñar lo que supuestamente aprendieron.
Lo cierto es que aquellos que se preocupan en disponer del tiempo necesario como para iniciar un camino de aprendizaje más allá de la ansiedad inmediatista de poder aprender la práctica que hoy está de moda, lo hacen realmente comprendiendo lo que es la esencia del Shibari Kinbaku, y no sólo aprendiendo la técnica de por dónde pasar la cuerda para llegar a una figura determinada.
Existen muchísimas cosas que son tan importantes como saber hacer las vueltas y lazadas que componen una atadura. El camino del aprendizaje a veces implica poder “equivocarse controladamente”, delante del Sensei, poder entender el porqué lo que hicimos no debe ser hecho de ese modo, y sobre todo comprender cómo afecta eso al modelo de cuerdas y a la atadura en general. Los tiempos, los ritmos, el verdadero control de la experiencia de quien se entrega a nuestras cuerdas, son factores que lleva un tiempo asimilar. Es allí, cuando el atador despliega sus cuerdas y da sus primeras lazadas, es a veces el primer contacto de sus cuerdas con el cuerpo del modelo, lo que nos habla de quién ha dedicado su tiempo a lograr la fluidez, la confianza, y por sobre todas las cosas “la consciencia” en lo que está haciendo. Difícilmente podamos controlar cómo trasmitimos nuestra energía a la modelo, o si tocamos o no los “puntos energéticos” sobre los que muchos hablan últimamente, si estamos pendiente de la cuerda, o si nunca nos tomamos el trabajo de estudiar cómo afectan estos puntos en nuestra vida diaria. Esto, y muchas otras cosas, no se logran aprender en un fin de semana, en una semana, o inclusive en un mes de cursos intensivos. Existe un proceso de internalización de estos conocimientos. Uno los lleva desde el nivel consciente al instintivo luego de recorrer una y otra vez el camino hasta que se hace parte de nuestro ser.
Es por eso que el camino del aprendizaje del Shibari Kinbaku es de perseverancia, de esfuerzo, de dedicación. Lo bueno está en lograr “disfrutar de ese camino” con el mismo concepto zen de la humildad y aceptación que tanto veneramos. Lo bueno está en sentir que lo importante en esto no es el llegar, pues probablemente no existe una línea de meta. Lo importante es saber que damos lo mejor de nosotros a cada momento y sentir como el Shibari Kinbaku se incorpora a nuestras vidas casi sin que nosotros lo sintamos.
Qué mejor para comprender esto que un cuento zen que comparten en varias páginas de artes marciales
Un día llegó un joven a una pueblo porque quería aprender un arte marcial. Le dijeron que por allí enseñaban. Preguntó y le dieron razón de un maestro. Fue a verle y le comentó que quería aprender Tai Chi Chuan
El maestro quiso indagar sobre este viajero para ver cuáles son realmente sus intenciones escuchándole primero:
– Me han dicho que usted es un maestro ¿Cuánto tiempo necesito para aprender bien el arte del Tai Chi Chuan?
– Tres años.
– Está bien.
– ¿Y si trabajara el doble que uno de sus alumnos?
– Pues seis años.
El joven pensando de manera desconcertada, se preguntaba ¿Cómo puede ser, si trabajando el doble tengo que emplear más tiempo?
– ¿Y si trabajo el triple?
El maestro se quedó pensando y le contestó.
– Pues, nueve años
El joven, totalmente desconcertado, no entendía nada y pensaba que aquél viejo se había vuelto loco.
El maestro, viendo el desconcierto de ése joven, le llevó hasta un jardín y le dijo:
– Anda por ese jardín, crúzalo y vuelve.
El viajero cruzó y volvió aún más confundido.Entonces el maestro le preguntó:
-¿Viste las piedras que adornan el paseo un lado y a otro?
El joven no entendía nada y antes de que respondiera, el maestro replicó:
-Estaban colocadas ahí, ¿verdad?.
-Vuelve a cruzarlo y fíjate bien durante tu camino.
El joven volvió a hacerlo fijándose mejor, y a su vuelta, el maestro le preguntó:
– ¿Cuántas flores hay a izquierda y derecha?
Comenzó de nuevo su paseo y las contó.
– Hay 250 respondió
– Bien, y ¿cuántas había blancas, amarillas, azules y rosas?
– Eso no me lo había preguntado.-Tras un tiempo, terminó de contarlas y se volvió a dirigir hacia el maestro, y cuando estaba cerca del maestro, éste le preguntó, sin dejar que hablase
– ¿Y cuántas hay de esta, esta y esta altura? ¿Pudiste notar su olor? ¿Te acercaste para notarlo? Cuando pasaste cerca de aquel árbol ¿viste los tres pájaros que se posaron en él? Ellos desde sus ramas, te estaban observando. ¿Notabas el viento en tu cara y que dirección llevaba? ¿Escuchabas tus propios pasos al caminar?
Aquel desesperado joven no sabía qué decirEl maestro continuó preguntándole y al final, viendo la confusión del viajero, explicó:
El Tai Chi Chuan es como el jardín, hay que descubrir poco a poco y sin prisa, para ir degustándolo. Hay que practicar viviendo el presente sin buscar el final. Respetar el entrenamiento de otros y perseverar para mejorar día a día
Para el joven, había comenzado su primera sesión de Tai Chi Chuan
Quizás para algunos les sea difícil comprender el porqué los caminos de las artes marciales, y en general los caminos de cualquier arte relacionada con la cultura oriental son tan diferentes a lo que nosotros los occidentales estamos acostumbrados. Otros quizás decidan que desean aprender Tai Chi Chuan leyendo libros, yendo a cursos intensivos o viendo vídeos por Internet.
Lo cierto es que así como cualquier otro arte oriental, la forma en que tú decidas aprenderlo no cambia la esencia del mismo. Tan solo cambiará qué tan lejos estés tu de poder comprender de qué se trata todo esto.