Uno suele simplemente pensar que quien debe aprender en este arte es siempre el atador y que el o la modelo simplemente tiene que estar allí y dejarse atar. Sin embargo, el tiempo y la experiencia me van mostrando que hay muchísimo que se aprende desde el lado de quien se deja atar.
Una de las primeras cosas que siendo modelo uno percibe con claridad es la energía que transmite esa persona que ata. Parecerá algo menor, pero en una sesión de Shibari Kinbaku el modelo percibe en forma casi inmediata cuál es la energía, el estado de ánimo, e inclusive el tipo de contacto que el atador propone (tímido, apasionado, temeroso, dominante, cariñoso, sensual, desinteresado, etc.). Hay miles de pequeñas señales, a veces imperceptibles para los neófitos, que marcan una hoja de ruta y una propuesta no verbal con tan solo el primer contacto.
Un modelo con una mínima experiencia también va percibiendo a lo largo de la atadura el nivel de seguridad que el atador tiene sobre lo que está haciendo, así como también la posibilidad de despegarse de el simple hecho de atar y trascender a una experiencia que vaya más allá de lo que dibujen las cuerdas sobre nuestro cuerpo. Esto claramente no sucede con todos los atadores. Se hace entonces imprescindible que quien maneja las cuerdas sepa dominarlas más allá de nudos y lazadas como para que esta segunda etapa de la comunicación sea posible y pueda trascender el simple contacto del yute contra el cuerpo. En algunos casos se pueden percibir las dudas, las contrariedades que le suceden al atador, sus propias frustraciones. Esta experiencia por si sola nos lleva a crear un clima de incertidumbre que no está nada bueno. En otros atadores se notará convicción y certeza en lo que hacen a cada momento. Claro está que no siempre esto significa que lo que está haciendo esté bien, sino que estará hecho con convencimiento de su parte de que lo está haciendo correctamente, o simplemente significará que no le interesa si lo hace bien o mal a causa de su propio orgullo o desinterés por el modelo.
Algo que se comunica durante toda la atadura y que es fundamental para la experiencia del modelo es la empatía que el atador tenga con él o ella. Podríamos definir empatía como esa percepción no verbal que le permite a quien está atando «sentir» lo que el modelo de cuerdas está atravesando (tanto física como emocionalmente) y reaccionar en consecuencia. Este valor es fundamental para el desarrollo de un buen atador de Shibari Kinbaku. De nada le sirve a un atador el saber por dónde pasan las cuerdas de tal o cual figura, si en medio se olvida que está atando a una persona y se olvida de sus sensaciones y sentimientos. Como modelo, con el tiempo y la experiencia, podrás ir desarrollando tu propia percepción del nivel de empatía de un atador, a veces bastará con simplemente verlo atar a otra persona, sin sentir las cuerdas sobre ti mismo. El desarrollo de este camino de comunicación no verbal puede ser más sencillo para unos que para otros, pero es algo que debe ejercitarse como cualquier otra habilidad. Nadie mejor que un experimentado Sensei puede guiarte en estos casos sobre lo que está sucediendo y alentarte como modelo a descubrir y poder verbalizar y en algunos casos reclamar esto que le falta a tu sesión de Shibari para que sea disfrutable.
Esta misma empatía de la que hablamos se traduce en la continuación de esa comunicación no verbal cuando las cuerdas ya abandonaron el cuerpo del modelo. Hay atadores que gustan de un «aftercare» y otros que no. Hay señales claramente perceptibles que permiten cerrar una experiencia de Shibari Kinbaku con un sello positivo y que dan cuenta al modelo de cuerdas que su experiencia fue única, y no una más del montón. Todo dependerá si lo que buscas como modelo de cuerdas es que tu atador te pase la foto que te tomó lo antes posible para compartirla en las redes sociales, o si en cambio buscas atesorar ese momento en tu corazón y en tu memoria emotiva.
Quizás algunas cosas que puedas tener en cuenta como modelo (más allá de las siempre vigentes precauciones que ya mencionamos en «Ser Modelo de Shibari» aportadas por una modelo de cuerdas experimentada como rida san), y una vez que encuentres el atador que merezca tu confianza, son algunos de los consejos que otros que ya han pasado por esta experiencia pueden brindarte:
Relájate y déjate llevar. Nunca permitas que la ansiedad por experimentar la sensación de las cuerdas, el vuelo de una suspensión, o la magia de una intrincada restricción, sea tan intensa que luego no disfrutes el camino. Respira hondo, afloja tu cuerpo y permite que todo tu ser entre en sintonía con la propuesta de quien te va a atar.
Presta atención a lo que sientes y mantén la comunicación siempre. Si bien, como dijimos antes, debes dejarte llevar por la propuesta de quien te ata, eso no implica que debas abandonarte a que las cuerdas te maltraten o te lastimen. Es fundamental que si el atador carece de la experiencia o de la empatía necesaria para darse cuenta que alguna de las cuerdas que colocó nos está lastimando, podamos decirlo de inmediato. A veces una simple corrección en la ubicación de las cuerdas hace toda la diferencia. En casos más graves donde sientas que la integridad de tu cuerpo pueda verse comprometida tienes el absoluto derecho y la obligación por el cuidado de tu persona, de pedir que la sesión se detenga o inclusive que seas bajado antes de tiempo de una suspensión. Ten en cuenta en estos casos que algunos atadores poco experimentados o qué no puedan manejar el estress de la situación pueden demorar más tiempo en desatarte y bajarte en esos momentos, por lo que no dejes esta opción para última instancia si ves que todo anda muy mal.
Luego de la sesión, y una vez de regreso a tu mundo, es bueno que examines tu cuerpo por dolores, marcas o cualquier otra cosa anormal. Puede suceder que luego de una atadura más o menos prolongada tu cuerpo sienta una leve contractura debido a alguna posición incómoda que te imprimieron las cuerdas. Esto depende de tu flexibilidad, de tu condición física y se puede ir minimizando a medida que repitas la misma atadura. Sin embargo, y como no nos cansamos de repetir todas las veces, cualquier marca, hematoma o adormecimiento que dure más allá de algunos minutos luego de la sesión, deben ser tomados con seriedad, comunicados al atador, y atendidos por un médico. Ni la persistencia de cualquiera de estos síntomas ni la dificultad para realizar movimientos son normales en una sesión de Shibari Kinbaku bien realizada. El cuidado y la atención que el atador ponga en seguir el estado de quien fue su modelo, en escuchar las novedades sobre su estado de salud, y en actuar en consecuencia también hablan del cuidado del atador por su modelo, y por ende de su calidad de atador.
El camino del Shibari Kinbaku puede parecer muy complejo y quizás demasiado lleno de cuestiones que escapan a la percepción de quien simplemente se quiere dedicar a atar o a ser atado. Pero es esa la diferencia que nos permitirá comprender si nuestro gusto pasa por el simple bondage restrictivo, por el fetichismo de cómo se ven las cuerdas sobre nuestro cuerpo, por el exhibicionismo acrobático, o si realmente buscamos encontrar atadores que nos permitan abrirnos a descubrir sensaciones a través de sus cuerdas.
Escrito por DG para KinbakuManía